lunes, 30 de marzo de 2015

Oscar Quiroz



Oscar Manuel Quiroz Reyes nació en algún hospital del Seguro Social del Estado de México el día del ejército en las vísperas del quinceavo mundial de futbol. Es escritor de cuentos inéditos, filósofo de regadera, fumador, actor, catador de mezcales y de tequilas baratos, ajedrecista, apostador, entrenador pokémon y amigo de sus amigos.
Hijo de Teresa Reyes y Jesús Quiroz, se dedicó desde siempre, como ellos pensaban, al arte de la contemplación, aunque ellos le pensaron otro adjetivo más despectivo. A edad temprana sus maestras del kinder y de la primaria pensaron que tenía dotes en las artes de la adivinación y la profanación; y él mismo, ya cuando cumplió diez años, evidenció sus intensiones en el ámbito de la profanación religiosa, misma que no llegó muy lejos, pues, a sus quince años, llevó el Amén muy al alcance de su lengua.
Cumplidos los nueve años de edad, Oscar era ya muy diestro en Mario Kart, tanto así que participó, eligiendo a Yoshi, en un concurso realizado por los vecinos de El pedregal de Atizapán, del cual resultó vencedor durante mucho tiempo hasta que fue despojado de la corona por su propio tío, Francisco Quiroz.
A los doce años incursionó en el teatro como comediante involuntario, participando en la pastorela anual que la escuela Margarita Lecomte organizaba. Con el papel de “el diablito tentador de pastorcillos”, olvidó su diálogo con el micrófono en los labios, diciendo las siguientes palabras: “¡ay!, ya se me olvidó”; mismas que darían origen a la corriente dramática, aún sin uso, conocida posteriormente (por el escaso auditorio) como comedia religiosa.
Nada relevante le aconteció entre ese año y el año en que, cumplidos sus catorce, ganó un torneo de ajedrez con los más altos honores al proclamarse vencedor indiscutible y unánime por default, al no presentarse ningún otro contrincante.
Su más grande logro futbolístico se dio por allá del 2007 y el 2009, cuando el Atlante fue campeón del futbol mexicano (ganando apuestas a diestra y siniestra) y cuando él mismo anotó un gol de “taconcito” directo al arco en el partido de debut de su equipo “Costa de Marfil” en la liga del Planet Gol de La Curva. No obstante, su fama se vería truncada cuando, en la final del mismo torneo, y a pesar de sus esfuerzos, su equipo fue aplastado en un encuentro muy parejo y disputado por su semejante de Sudáfrica con marcador de 7 a 1. Como entrenador pokémon no tuvo mejor suerte.
Después de eso, y con la derrota marcada en su piel como la condena de Caín, en el mismo año, encontró la piedra angular de su vida, descubriendo los diálogos de Platón de la editorial Tomo en el escueto librero de su madre. Ese acontecimiento lo llevó a practicar la filosofía académica, cumpliendo lo que sus maestras de primeros estudios habían vaticinado.
Actualmente es estudiante de filosofía en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán. Trabaja en una tesis que no tiene pies ni cabeza, pero que pretende ser fervorosamente aristotélica, casi apologética del vitalismo del que aún se ve renuente a practicar. En 2015 se integró al equipo del periódico de más tradición en Nicolás Romero, El Afirmativo, donde con mucho entusiasmo colabora hasta el día de hoy, comprometido consigo mismo, con la verdad, la honestidad y, sobre todas las cosas, con sus compañeros, con su pueblo y con sus amigos.

Jonathan Carbajal Vega



Soy de Villa Nicolás Romero y orgullosamente Mexicano, como profesor busco una manera de educar distinta a la que se me enseñó, para que al igual que los grandes genios podamos pensar igual. Soy psicólogo clínico y, ejerciendo la tarea con alegría y amor, me encanta lo que hago. Yo pienso que no trabajo sino laboro. Mi filosofía de vida es: VALE LO QUE SABES Y SABES LO QUE VALES

2010-2014: Lic. Psicología F.E.S.I
2014-2015: Teacher´s en el C.E.I
2010-2013: Cursos de actuación en la Academia de Artes Fusión Escénica
2009-2015: Profesor de Inglés en diversas instituciones
2014- Profesor de Inglés (Esc. Preparatoria Nicolás Romero y MC INSTITUTE)
2014-Psicoterapéuta (Centro Psicoterapéutico Naucalpan)

Antonio Tintos Recillas



Nacido el 20 de abril de 1968 en Tecomán Colima, radicando en Nicolás Romero Edo Mex. desde hace 15 años. Lic. en Psic. Educativa UAM-Xochimilco 1994-1999


Formación artística:


Impulsor del arte y la cultura en Nicolás Romero y sus alrededores.


Escuela de iniciación Artistica No.4 – INBA 1985-1987

Canto

Conservatorio Nacional De Música - INBA 1988-1994.

Cantante de Opera y concierto.

Formación Teatral con el Actor Héctor del puerto_ Taller de Biomecánica.

Integrante de los siguientes grupos y tríos.

· Agrupación Musical ¨Los cinco de Neza¨ Cantante Y guitarrista interpretando temas versátiles y composiciones propias 1985-1990

· Trío Suriana-1ª Voz y guitarrista.

· Grupo folklórico Binni Zaá(Gente que hace música) Voz y cuerdas .1992-1993

· Grupo versátil Alebrije-Cantante y guitarrista.1993-1995

· Grupo versátil ¨Clave sol¨ para fiestas y eventos Cantante-Guitarrista 1996-1999

· Grupo folklórico ¨In Xóchitl in Cuicatl¨ Flor y canto. Cantante, guitarrista.1997-2000
(1) Diplomas,
(2) constancias y
(3)reconocimientos

( 2 ) Participación en el ciclo ¨Hacia un reencuentro con el sonido:

La música en el mundo Náhuatl¨ CONACULTA 1990


· (3) Integrante musical del Ballet Folklórico de Bancomer - División de actividades socioculturales y deportivas.1991

· (1) Curso de danza para docentes de la educación básica, coordinación regional de servicios educativos No.3 1992

· (1) Por participar en la fiesta de Pachuca hidalgo en el programa ¨Mi barrio¨1992

· (2 y 3) Jurado de concursos de los himnos Nacional y Del Edo. De Méx.

De 1992 a 1999 en educación básica del Gob. del Edo.de México.

· (3) Primer lugar en canto por grupo de los juegos magisteriales en 1996.

· 3) Integrante musical del Ballet Folklórico¨Shunkas¨1996

· (3) Por participar en el segundo festival del pueblo en San Mateo: Arte y Cultura Naucalpan 2000

· ( 2 ) Primer Y Segundo lugar en el concurso de arte y cultura a nivel estatal con el tema de mi autoría ¨Ciudad Nicolás Romero¨ 2002 y 2004

· (3) Por participar en la casa de cultura de La Colmena en los ¨jueves de trova¨2005

· ( 2 ) Jurado en el concurso de bandas norteñas y cumbiamberas ¨Travesía Musical.¨ Malinalco Edo. Mex. 2008.

· (3) Director del proyecto cultural y artístico ¨Bajo el puente, un lugar abierto a las artes¨

Periodico ¨El Informativo de Nicolás Romero¨ en 2009 y 2010.

Publicaciones y otras actividades.
Visita a los países de Perú y Ecuador representando a México con el Grupo de música folklórica mexicana ¨Binni Zaᨠy el grupo de danza de Bancomer ¨Fiesta y tradición Mexicana.¨ Presentaciones en los teatros de Lima, Arequipa, Moyendo y Cuzco así como en diversos escenarios de Quito Ecuador entre los que destacan el teatro Sucre y Bolivar. 1991

· Presentación en el festival ¨Acapulco 91¨ Grupo ¨Binni Zaᨠy ¨Fiesta y tradición Mexicana¨ 1991

· Acompañamiento musical huasteco para el grupo de danza Shunkas- Encuentro Yucatán Estado de México. Mérida 1997

· Participación como actor en las pastorelas de 1998 y 1999 como ¨Satanas¨ y ¨El Arcángel Gabriel¨ Respectivamente bajo la dirección del actor Oscar Dávalos. Escuela Primaria Adolfo López Mateos y Teatro Centenario Dic.1998 y Dic.1999.

· Escritor y colaborador de la revista ¨Esquemas¨ 2000 – 2002

· Publicaciones de los artículos ¨El origen del huapango, Los sones y El mariachi¨ Revista ¨Esquemas¨ No.7,8 y 10 de la Fundación Mexicana de Arte joven año 2000

· Participación en el canal 47 de Nicolás Romero en el programa ¨Voces de Nicolás Romero¨ 2008 Publicación del cuento ¨ Que Buena suerte¨ de mi autoría en la revista ¨Realidades¨ No. 11 del CECYTEM (Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos de Nicolás Romero) 2008

· Cantautor oficial del Programa ¨Nicolás Romero en cuento y poesía¨ El informativo y canal 26 de Nicolás Romero. 2008 y 2009

· Presentaciones artísticas y culturales ¨Bajo el Puente un lugar abierto a las artes¨ Nicolás Romero Edo. Méx 2009 y 2010

· Director de área artística, Columnista y colaborador de la sección de Arte y Cultura del periódico local ¨El informativo de Nicolás Romero.2009 y 2010

· Reportero del canal 26 de Nicolás Romero , durante los comicios electorales para presidente municipal en mayo de 2009

Escritor del libro ¨Cuentos, anécdotas y Reflexiones¨ Libro de conciencia social.
Editorial Éxodo 2009 presentado en el teatro Centenario de Nicolás Romero y en el programa ¨Nicolás Romero en cuento y poesía¨ Transmitido en canal 46 en 2009

Coautor del libro ¨Más de 50 poemas y dos narraciones extraordinarias¨
De Carlos Tintos Delgado.¨ Edit. El Informativo 2009

Cantautor con dos discos grabados ¨Los mejores huapangos¨ y ¨Tintos Lira, Musa música¨ 2009
Presentación del performance ¨Arte en Movimiento remembranzas de una cultura¨ Bajo la dirección del Actor y Artista plástico ¨Carlos Núñez¨ en ¨La Feria del oro¨
El Oro Estado de México 2010

Presentación del ¨Mosaico Huasteco en la Feria del pueblo del Aguacate. Huasteca Hidalguense 2010
Invitado especial durante la entrevista al Actor y Artista plástico ¨Carlos Núñez Ordoñez¨
Grupo ACIR y televisión Mexiquense 2010

Presentación del performance ¨Arte en Movimiento remembranzas de una cultura¨ Bajo la dirección del Actor y Artista plástico ¨Carlos Núñez¨ en el ¨Teatro Centenario¨ Nicolás Romero 2010
Asociaciones artísticas y culturales

Miembro de la Asociación Nacional de Actores ANDA desde 1985 bajo el nombre artístico ¨Tony Tintos¨

· Miembro del Taller de composición de la Sociedad de Autores y Compositores de música S.de A. Bajo la dirección de Mario Arturo Ramos y Ezequiel de la Parra. 1987 a 1989

· Alumno del Centro experimental de educación musical CEEM de la SACM dirigida por el maestro Manuel Enríquez S.

Miembro de la ¨Fundación Mexicana de Arte joven A.C ¨
Miembro de la asociación artística ¨Arte en movimiento¨ dirigida por el actor y Artista plástico Carlos Núñez Ordoñez.

Trabajando actualmente en: CECYTEM Nicolás Romero (Orientador)
EPOEM 250 Cahuacán (Docente)

Futuros Proyectos

Grabación de un cd mp 3 con todas mis composiciones musicales para la edición del libro: Mis canciones ¨Que cada quien haga de su vida un canto de fe y esperanza¨ Libro y CD.

· Realización del performance ¨México tajada de sandia¨ en el marco del bicentenario y para futuras presentaciones.

· Escribir dos libros: uno sobre orientación vocacional y otro sobre reflexiones de la vida cotidiana.

Seguir fomentando el arte y la cultura en Nicolás Romero y en todos los lugares que visite.
Lema: “Predica con el ejemplo y darás un buen consejo”.

Alma Vilchis



Alma Elizabeth Vilchis Sandoval

Estudié la Licenciatura y la Maestría en Pedagogía. Me gradué con esfuerzo y entusiasmo, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Orgullosamente porto mis cédulas profesionales, como un baluarte de máximo esfuerzo y determinación, valores que aprendí desde pequeña, a ejemplo de mis padres.

Soy mexicana. Actualmente tengo 45 años cumplidos, edad con la que soñaba desde niña. Estoy casada con Antonio Tintos Recillas y tengo 4 hijos varones.




 Mi Formación Académica es la siguiente:

Maestría en Pedagogía

Titulada
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad Nacional Autónoma de México.
Promedio 9.7 (Excelencia Académica)
Tesis de Grado “La tendencia de la Educación Media Superior
En México, a partir de un estudio social en el Municipio de
Nicolás Romero, Estado de México”
Cédula profesional Licenciatura en Pedagogía 2288261
Cedula de grado Maestría en Pedagogía 5856571




* Mi Experiencia Profesional la adquirí en los siguientes puestos relevantes :


Directora Académica Nivel Medio Superior
Nueva Escuela Tecnológica Nicolás Romero
Nicolás Romero, México.
2009-2010

Directora Académica Nivel Secundaria
Esc. Sec. Tec. Com. No. 49 “Lázaro Cárdenas”
Secundaria Técnica Comercial
Nicolás Romero, México
2000-2005

Subdirectora Académica Nivel Medio Superior
Nueva Escuela Tecnológica Nicolás Romero
Bachillerato Tecnológico
Nicolás Romero, México.
2007-2008


Asesora Pedagógica. Nivel Superior
Función principal: Elevar nivel académico y Disminuir índices de deserción
Apoyo metodológico en la conformación de proyectos terminales
Atención académica a estudiantes y profesores.
Universidad Interamericana para el Desarrollo
Tlalnepantla de Baz, México
2005 a 2007.


Profesora de Nivel Superior
Universidad Interamericana para el Desarrollo.
Sede Tejupilco. Maestría en Educación
México
2009

Profesora en Línea. Nivel Superior
Universidad Interamericana para el Desarrollo
Sede Tejupilco y Sede Juchitán. Maestría en Educación
México
2009

Sinodal en exámenes de grado Maestría en Educación
Universidad Interamericana para el Desarrollo
Sede Tejupilco y Sede Cotija.
México
2008


También, en mi continua preparación profesional, poseo la siguiente Formación académica complementaria:

Especialidad en Docencia de Educación Media Superior
Escuela Normal de Atizapán de Zaragoza
Atizapán, México
2010-2011

Diplomado en medios de la información en el siglo XXI
De la información al conocimiento innovador
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales México. FLACSO
2009-2010

Traducción de la lengua inglesa
Constancia
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad Nacional Autónoma de México

Traducción de la lengua francesa
Constancia
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad Nacional Autónoma de México

Curso de redacción de la lengua española
Constancia
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad Nacional Autónoma de México

Diplomado en Gestión Directiva
Diploma
Escuela Normal de Naucalpan

Jornadas de Actualización en
Educación Media Superior
Constancias
Supervisión Escolar 05 de Educación Media Superior
Tlalnepantla, México

Cursos de Informática
Normal Superior de México
Escuela Normal de Naucalpan
Paquetería Windows 98 y XP,
Word, Excel, Power Point,
Publisher, entre otros




Cursos de Sexualidad Humana
Fundación Mexicana para la
Planeación de la Familia A.C.
Naucalpan, México


Círculo de Estudio sobre
Psicoanálisis Social
Sociedad Mexicana de Psicoanálisis A.C.
México D. F.


* Otros datos de interés sobre mi persona son los siguientes:


México Nuestra Casa A.C.
Secretaría
Desde 2014 a la fecha

Instituto de Formación para Laicos al
Servicio de la Pastoral Parroquial
Directora de Primer grado
Desde 2014 a la fecha

El Afirmativo. El periódico de Nicolás Romero
Colaboradora
Desde 1997 a la fecha

Arte Niños
Fundadora de
Cursos de Verano para niños
2010, 2011 y 2012

CLAS-E
Fundadora
Club de Aprendizaje, Socialización y Estudio
2008 a 2012

Instructora de Natación
Sport City, México
2002-2005

Fundación Mexicana de Arte Joven. A.C.
Vicepresidente
Desde 2000 a la fecha


Consejo Cultural Municipal
Nicolás Romero
Miembro Activo
1997-2000

Scouts de México
Dirigente de Lobatos y Gacelas
Grupo LC 18
Nicolás Romero, México
1987-1994


1er Festival Cultural Nicolás Romero
Miembro del Comité Organizador
Nicolás Romero, México
2000



Festival Internacional Nicolás Romero
Miembro del comité Organizador
Nicolás Romero, México
2001 y 2002


Torneos de Primavera de Fútbol Soccer
infantil y juvenil
Coordinadora General
Nicolás Romero, México
2001, 2002 y 2003

Libros de Literatura “Poesía Joven”
Escritora de 12 obras literarias
Registradas en Derechos de Autor
Ciudad de México
1995, 1998, 2000 2003, 2005- 2014












* Mis Características profesionales relevante son :

Congruencia y pasión en la formación integral de mi persona.
Manejo y dominio de Planes y Programas de Estudio
Sistematización didáctica para aumentar índices académicos
Facilidad para conformar equipos de trabajo
Manejo y evaluación de personal docente
Conocimiento y manejo de Documentación Oficial
Administración del tiempo

Seguimiento y evaluación del desempeño académico
Fomento de los valores institucionales
Trabajo bajo presión.
Resolución de problemas
Detección de puntos de oportunidad

* Mis Características Personales son

Alegría y entusiasmo sin límites
Inteligencia emocional
Respeto por mi alta dignidad humana
Consideración y generosidad para mis semejantes
Responsabilidad en mi trabajo y
Firmeza en mis propósitos.





.

Atentamente



“Formar en la ciencia para transformar en la conciencia”





Alma Elizabeth Vilchis Sandoval

lunes, 23 de marzo de 2015

499 - 150 aniversario luctuoso de Nicolás Romero.



La muerte no lo puede todo, llévase consigo la vida, pero no las memorias. El hecho es ineludible: la muerte es efímera como una vida y la memoria es eterna como todas las vidas. Al final, sólo prevalece lo memorable. Por eso, a 150 años de la muerte del Coronel Nicolás Romero, El Afirmativo le dedica su página principal, no sólo como un homenaje, sino como un recordatorio de que aquellos que vivieron para ser recordados no deben ser olvidados.
 En este número también reflexionamos Acerca del voto y nuestra responsabilidad como votantes en aras de las próximas elecciones. Con ello exhortamos a los ciudadanos a que se acerquen a las propuestas de los candidatos y disciernan sobre ello con responsabilidad antes de hacer efectivo su derecho al voto. Todo derecho, pensamos, tiene una obligación en su trasfondo: la obligación de ser responsables con nuestros derechos. 
 Además, un breve análisis biopsicosocial de un problema económico que acaece en la sociedad mexicana. El psicólogo Jonathan Carbajal nos ofrece una breve reflexión al respecto y, asimismo, nos invita a pensar el tema desde un particular punto de vista, porque no sólo es justo, sino necesario.
 En la sección cultural, un pequeño ensayo que nos pone entre la ciencia y la ficción, un pensamiento sobre educación y respeto escrito por el profesor Virgilio Jaso, la etimología del verbo Votar y una prosa silenciosa por la profesora Alma Vilchis Sandoval.

SE CUMPLEN 150 AÑOS DE LA MUERTE DEL CORONEL NICOLÁS ROMERO



Este 18 de marzo se cumplieron 150 años del fusilamiento del coronel Nicolás Romero, personaje histórico que da nombre a nuestro municipio. Pero ¿quién fue Nicolás Romero? Todos alguna vez nos hemos hecho esta pregunta o alguien nos la ha formulado cuando le decimos en qué municipio vivimos.
Hay quienes equivocadamente dicen que aquí es “Villa Nicolás Romero”, otros peores creen que es “Nicolás de Romero Rubio” o ya de plano “San Nicolás Romero”. Para que usted no la riegue y medio se defienda al contestar, ahí le va una orientadita:
El coronel Nicolás Romero fue un guerrillero de la época de Benito Juárez e Ignacio Zaragoza que luchó contra la Invasión Francesa en las montañas de Michoacán y del Estado de México. Nació el 6 de diciembre de 1827 en Nopala, Hidalgo, de joven vino a trabajar en la antigua fábrica textil de La Colmena y después se unió a las tropas liberales que se oponían a que el emperador extranjero Maximiliano gobernara en México.
Los guerrilleros como él eran conocidos como “chinacos” y se distinguían por sus lanzas que también servían para llevar una pequeña bandera triangular. Nicolás Romero alcanzó el grado de coronel, fue famoso por su audacia y conocido en la región como “León de las Montañas”. Cayó preso en 1865 y fue fusilado en la Plaza Mixcalco (varias calles atrás de Palacio Nacional) el 18 de marzo de ese año.
En 1868 fue declarado Benemérito del Estado de México y en 1898, en su honor, nuestro municipio —hasta entonces llamado Monte Bajo— cambió de nombre por Villa Nicolás Romero. Exactamente un siglo después, en 1998, esa Villa fue elevada a la categoría política de Ciudad, la ciudad Nicolás Romero.
En nuestro municipio existen varios retratos e incluso libros y corridos que hablan del coronel Nicolás Romero, además de dos monumentos en su honor: uno en la plaza cívica municipal, donde está de pie empuñando su lanza, y otro en la cervecería Corona con todo y caballo. En Mixcalco, donde ahora hay un mercado de ropa, existe desde 2010 una placa que da cuenta del fusilamiento.
También hay monumentos al coronel en el municipio hidalguense de Nopala, donde nació, y en el municipio michoacano de Tiquicheo, donde fue capturado. En ambos se realizaron diversas actividades para conmemorar el 150 aniversario luctuoso de Nicolás Romero, quien —dicen los historiadores— dio su vida por defender a México como otros muchos héroes de los que no se habla mucho pero que fueron fundamentales en la historia de nuestro país.

Este 150 aniversario era buena oportunidad para realizar también aquí un digno homenaje al coronel, más allá de la tradicional ofrenda floral de cada año. Vaya desde estas páginas el homenaje propio de quien esto escribe, al menos para que la fecha no pase desapercibida.

Por Fernando Ugalde Pérez. Director de "Nicolás Romero es nuestro"

¿Votar o no votar?




A estas alturas muchos ya han adoptado una postura más que apática en cuanto a la política se refiere. ¿Para qué votar, si todos los políticos son iguales?, se suele repetir una y otra vez siempre que llega la hora de los sufragios. La democracia nos ha enseñado más -en su fracaso- de la naturaleza humana que todos los almanaques de historia y de ciencia habidos y por haber. Si de hecho ya pocos confían en las buenas intenciones y en los preceptos del bien común de los candidatos, se debe a que la experiencia y la memoria histórica han demostrado que, en cuanto se trata del poder, todos los seres humanos somos iguales en un aspecto singular. Y es que todos somos corruptibles, aunque no necesariamente corruptos. No obstante, la susceptibilidad, tal vez natural, de ser corruptos, nos mantiene expectantes y, más que dubitativos, incrédulos ante la idea de que pueda existir un gobernante honesto y, sobre todo, absuelto de sus intereses particulares.

En un ensayo, Gabriel Zaid sostiene que la corruptibilidad implica libertad, no fatalidad. Esta noción de corruptibilidad reposa en nuestra naturaleza, en cómo somos en género, de nacimiento, si se quiere llamar así, sin embargo, somos libres, nos dice el ensayista, de corrompernos o no corrompernos. Para decirlo de un modo más claro: todo hombre puede robar, pero también todo hombre puede elegir entre hacerlo y no hacerlo; en esa deliberación radica la libertad.

En cierto modo, la expresión de Zaid está embarrada de un socratismo moral -valga la redundancia-, porque si alguien se ve domeñado por su naturaleza, es decir, por su corruptibilidad genética, no es en realidad una persona libre, sino un esclavo del vicio. De ahí que tengamos todavía más motivos para dudar de aquellos que pretenden gobernarnos, sobre todo cuando las instituciones a las que representan están manchadas indeleblemente con el estigma de la corrupción y el vicio. Y ante eso no hay mucho que hacer, porque la historia es muy clara, pocos han sido los gobernantes que, en su naturaleza corruptible, no se han corrompido. Para sonar algo cursi: pocos han sido los gobernantes libres del mal común.

Por lo demás, tal parece que este asunto sobre votar o no votar se ha vuelto más bien un asunto del azar. Votar es una suerte de “volado”, un volado que se reduce a una frase: “a ver qué sale, de todos modos, caiga lo que caiga, la moneda es la misma”. No votar no es diferente, porque la moneda de cualquier forma habrá de caer. ¿Qué es lo que nos queda por hacer, entonces?

En este punto nos llega el fatalismo típico que solemos cargar en la frase: “si nos van a seguir fregando, que gane el que nos friegue menos”. Y de algún modo esta especie de consigna sirve para motivar la participación del pueblo en los sufragios. Es comprensible, porque, en analogía, si el esclavo pudiera elegir el látigo con el que será azotado, es un hecho que elegiría el que le cause menos dolor y que le haga menos daño. Aún así, ¿qué clase de libertad es esa?

Pese a todo lo que se pueda decir sobre la democracia y sobre todas las argucias políticas que enaltecen el voto como el medio más eficaz para ejercer la libertad política, lo cierto es que para el pueblo el ejercicio del voto no es más que un asunto de suerte, una confianza obligada de que no se lo pasen a fregar más de lo que ya está. Y es que a uno, acostumbrado a tanta lumbre, se le olvida el paraíso.

Al pueblo sólo le queda confiar con la lengua entre los dientes y cruzando los dedos. “Alguno bueno ha de haber...” se dice, o sea, alguno de entre tantos corruptos pudo haber elegido el camino de la rectitud y luchado contra sus pasiones corruptibles. Pero saber si alguien está libre de vicio y corrupción, y aún más, saber distinguirlo entre los tantos, implica el mismo esfuerzo que encontrar una aguja en un pajar. No obstante, estamos obligados a hacer un esfuerzo. No podemos quedarnos sentados esperando a que la Providencia nos dé sus dones. Nosotros, así como el Abraham bíblico, debemos interceder por el pueblo, y en mayor grado por nuestra propia humanidad; debemos pensar que entre los millones de corruptos hay diez justos que pueden hacer la diferencia, de otro modo, más valdría hacernos a la idea de que nuestra condena no será diferente que las de Sodoma y Gomorra.

Con todo, el ejercicio del voto también implica cierta libertad: la libertad de no venderlo y de no corrompernos por regalos o sobornos. Uno es libre, asimismo, de votar o no votar, y esa libertad implica también una previa responsabilidad. Esta responsabilidad no es otra más que la de conocer lo que los candidatos proponen. Porque fácil es dejarse encandilar por los discursos demagógicos de esos astutos oradores, y aún más fácil es someterse al encantamiento de sus promesas edénicas. Sin embargo, aquellos discursos de coquetería no son más que subterfugios que nos distraen de lo verdaderamente importante. La función del voto debe estar determinada por la viabilidad de las propuestas y de sus alcances en aras del bien común, y también por un conocimiento suficiente de las implicaciones subrepticias de las propuestas que los aspirantes a gobernar suelen maquillar con sus arengas retóricas.

Y aunque sea cierto que casi todos los políticos son iguales, no por ello debemos vendernos al mejor postor o abstenernos de votar. Cuanto menos, la libertad de votar debe estar precedida de una deliberación anterior. Mínimamente debemos tener la firme convicción y los motivos suficientes para votar por tal o cual candidato o para no hacerlo. La libertad de elección es también una libertad de reflexión. Así, pues, seamos libres. Quede.

Oscar Quiroz


Entre la ciencia y la ficción




Resulta paradójico que el hombre conozca más de sí mismo y de su mundo a través de las ficciones que por medio de la realidad misma y de su matemática irrevocable. Pero esto no debe extrañarnos, pues, como nos lo recuerda Chesterton, es natural que lo real nos parezca más extraño que lo imaginado, puesto que lo imaginado procede de nosotros, mientras que lo real procede de una imaginación infinita, la de Dios.

Presuntamente, nos es sencillo diferenciar entre lo que es real y lo que es ficticio. Lo real se aparece ante nosotros como existente, es decir, como algo que “está allí frente a nosotros”, y con ello sus propiedades intrínsecas causales y los principios físico-matemáticos que la constituyen y la rigen, aunque estos últimos no sean tan evidentes como la simple existencia de las cosas. Lo ficticio se aparece, por el contrario, dentro de nosotros, en nuestra imaginación, sin ninguna ley de causa y sin ningún principio matemático ni determinación psíquica, muy a pesar de lo que pueda objetar el psicoanálisis. La ficción parece ser, en este sentido, una creación libre y original de la voluntad que se rige únicamente por los alcances del lenguaje que, dicho sea de paso, es más generoso con ella que con la realidad. Por lo demás, la ficción crea sus propias causas, sus propios principios, usualmente ajenos a la realidad de la que no puede prescindir del todo. La creación ficticia ha de entenderse de tal modo, y siguiendo a Borges: Ese mundo imaginario, su historia, sus matemáticas, sus religiones, las herejías de esas religiones, sus lenguas, las gramáticas y filosofías de esas lenguas, todo, todo eso va a ser más ordenado, es decir, más aceptable para la imaginación que el mundo real en el que estamos tan perdidos, del que podemos pensar que es un laberinto, un caos.

A nosotros nos queda tomar como punto de partida el supuesto de que realidad y ficción son términos antónimos, diferenciados por la experiencia y el pensamiento. La experiencia no nos deja afirmar que hay tal cosa como océanos de plata; la razón, la lógica, el juicio científico, nos impiden afirmar que la luna está hecha de queso. Pero esas ideas persisten como persiste el zumbido del mosco y de la mosca en el oído, sólo que con un zumbido de angustia y de nostalgia, con ese dolor por la proximidad de lo lejano, dolor por lo que no es, pero que, por alguna razón, pensamos que debería ser. En la ficción y en la realidad opera la nostalgia, y cuanto más sabemos de nosotros se debe a esa extraña condición del alma. Sabemos más de lo que no es que de lo que es, paradójicamente, más por lo que no somos que por lo que somos. Y ante ello, ante nuestra propia ignorancia sobre lo real, imaginamos otros mundos, con todas sus reglas, con nuevos principios y hasta con una inusitada matemática, extendiendo la realidad hasta donde quiera el que imagina, algo así como lo que hizo Leopoldo Lugones en sus cuentos.

La ficción desafía a la realidad, pero no como paradigma de la verdad, sino como desafío a la verdad misma. Pero este desafío no debe entenderse como una insolencia del hombre, antes bien, recordando la dolencia de Mefistófeles en el Fausto, el hombre, a diferencia de él, quizás ha podido hacer reír a Dios con su jocosa insolencia, sorprendiéndolo. Si la realidad, como sugiere Chesterton, es obra de la imaginación infinita de Dios, tanto le compete al hombre desafiarla como conocerla, porque la ficción no está subordinada a la realidad ni a sus condiciones numéricas, tampoco a sus legislaciones internas. La ficción que acuña la posibilidad de lo imposible, remarca esa libertad de la voluntad individual y suelta las amarras con que la lógica fatalista de la ciencia y la filosofía la mantienen atada a su piedra cual Prometeo. Y ahora, imaginen, lectores, a ese Prometeo atado a la piedra del Cáucaso, imagínenlo allí con su ojo adivinatorio, con su sabiduría sobre el destino, sabedor de que estará allí eternamente, e imagínenlo entonces sorprendido, sorprendido porque un día alguien, ni él sabe cómo, llegó y lo liberó de sus cadenas. Imaginen ahora que todo eso yace sólo en su imaginación, y que sigue encadenado allí, solitario y condenado. Al titán no le habría quedado más que sonreír con el corazón agitado y encendido por una tenue esperanza o llorado por la misma esperanza, por una fantasía que, aunque sea mera fantasía, le dice más de sí mismo por lo que demuestra su querer que su condena real. El conocimiento de que estará allí para siempre es un conocimiento estéril, vano, una fruslería. A Prometeo, modelo del fatalismo, le sirve más su imaginación.

La ficción, pues, rompe con el fatalismo del pensamiento, ese pensamiento fatal de que estamos subordinados a determinaciones físicas o un destino ya enhebrado por alguna divinidad. La ficción no responde, ciertamente, a un “para qué” sino que ella lo constituye, ella es el “para qué”; la ficción es una finalidad en sí misma y no está al servicio de la realidad. Antes bien, parece que la realidad está al servicio de la ficción.

Si el hombre se reafirmara en una sola verdad, ¿de cuántas novedades no se privaría? Por eso la verdad debe ser desafiada con la ficción como su principal motor, como su principio dinámico. En otros términos, la imaginación no puede ni debe depender nunca de lo que aceptamos como verdadero, sino por el contrario, nuestra búsqueda de la verdad debe depender de los desafíos que la imaginación le pone constantemente. Y esto no es por simple capricho, sino porque es evidente que la realidad es más esquiva que nuestras creaciones.

¿Debemos tratar de materializar nuestras ficciones, haciendo de la ficción una realidad, de lo imposible algo posible? Pues posiblemente, y es que eso del deber sigue siendo subjetivo. De todos modos las ficciones realizadas no han mermado el deseo del hombre por conocer más y seguir imaginando. Nuestro inconformismo es prueba de ello; la realidad, mientras más extraña nos resulta, más nos convida a querer entenderla, y aún cuando se ha comprendido algo de ella, nunca faltan los cuestionamientos que tácitamente la oscurecen a propósito, y eso quizás se debe a que imaginar es lo que mejor sabemos y más nos complace hacer.



 Keith Fontanarrosa

Etimologías - Votar

Votar



Si alguien dijera que irá a votar a la iglesia, seguramente sería tomado por muchos como un mentecato. Pero eso sería un juicio muy apresurado y poco acertado, porque a la iglesia sí se va a votar, ya que votar viene del latín votare, cuyo significado podemos reconocer en las celebraciones nupciales cuando el novio y la novia escriben sus votos matrimoniales (que nos son sino la expresión de un deseo). Al verbo votare también lo encontramos en la palabra “devoto” (devotum, supino de devorere) que se deriva de aquél. Es bien sabido que el devoto es el que se dedica a su fe, el que consagra su vida enteramente a sus creencias, además de que suele hacer ofrendas a su dios o a sus dioses, esperando sendas retribuciones por lo ofrecido. El significado original de votar es ese: ofrendar un objeto o un esfuerzo para obtener un favor, especialmente de la divinidad, (aquello lo podemos apreciar en las peregrinaciones anuales a la Basílica de Guadalupe a laque algunos devotos llegan de rodillas con el fin de que les sea cumplida alguna petición). Así, pues, debemos decir que el devoto con devoción vota. Por lo que concierne al voto matrimonial, el significado es claro: los esposos ofrecen su vida al otro para obtener alguna bendición, bendición que ya no es del todo clara, porque quién sabe cuál sea, aunque seguramente ha de ser bien bonita... o vaya uno a saber.

En cuanto al verbo que usamos para las elecciones de nuestros representantes, votar viene de suffragium (sufragio), vocablo también latino cuyo origen etimológico es más problemático, pero que tiene que ver con las papeletas que los antiguos usaban para emitir su voto. Según la literatura latina, ellos empleaban para dicho cometido los fragmentos de alguna vasija rota en vez de papel. Eso explica el porqué suffragium está compuesto del sufijo -sub (debajo, desde abajo) y el verbo frangere que significa “romper”. El sufijo (-sub) hace alusión a las determinaciones sociales de quienes elegían a sus representantes; estos elegían “desde abajo”, en un caso casi similar al del pueblo que, desde una posición inferior, elige a sus superiores. En términos modernos, el sufragio puede entenderse fácilmente de la siguiente manera: dícese de que nos van a frangere la progenitora a los que estamos debajo de aquellos que vamos a elegir, o séase votar. Personalmente, iré a votar a la iglesia para que eso no pase.

Zaä Manuel


En silencio



Ahora que necesitas que escriba en ficción literaria, te comprendí a la perfección, no tuviste que pronunciar palabra, es mas, ni siquiera podrías, pues hace mucho tiempo los seres humanos ya no pronunciamos palabra. Hemos quedado mudos, abrimos la boca para comer, bostezar, estornudar y a veces besar... pero ya no hablamos.
A cambio de ello hemos desarrollado el poder de la interpretación, basta mirarnos para iniciar, desarrollar y concluir una conversación. Esto en otros tiempos, solo estaba reservados los enamorados. Ahora, si queremos sentirnos vivos, tenemos que mirar; y si queremos enamorar, tenemos que escribir.
El habla se fue perdiendo gradualmente, al cada vez necesitarse menos para comunicar. De por si , ya ni en la propia familia nos entendíamos y algunos teníamos largos periodos sin hablarnos aunque viviéramos en la misma casa.
No pocas veces dañamos profundamente con nuestras propias palabras, a los que mas amamos.
Otro factor que influyó para la perdida de la palabra dicha, fue sin duda, la sordera, fue tal la no escucha, que se consideró inútil hablar: Simplemente las personas imbuidas en la vorágine de la vida cotidiana, perdieron la capacidad de conversar consigo mismos, de llamarse por su nombre, muchos no supieron nunca su verdadero nombre, otros tantos, solo asumieron en silencio sus deberes y obligaciones, y los más, decidieron economizar la voz al saber que nadie los escuchaba.
Desde entonces todo fue por escrito y en el mejor de los casos: Mirando.
En una civilización en la que los privilegios se anularon y las obligaciones aumentaron para las mayorías. Ya no fue necesario charlar, convenir, conversar o acordar. Ahora todo eso se realiza con una mirada. Por ello supe que querías que escribiera un relato de ficción. Y helo aquí; a ver después cómo me miras.



Alma Vilchis

Educación, respeto y carácter

 Que su sol sea brillante. Escribiremos ahora sobre educación, cuya misión la tienen en absoluto los padres. Y no confundamos educación con instrucción. pues ni en las escuelas públicas ni privadas se educa actualmente. El ser humano tiene una herencia genética constituida por la estatura, el color de los ojos, de la piel e inclusive el color del pelo; y de su funcionamiento endocrino tiene el carácter. En algunos seres humanos dicho carácter puede ir desde el llamado flemático hasta el hipócrita, y es misión de los padres educar a sus hijos para que su carácter no sólo sea en beneficio de sí mismo sino de la sociedad, pues el hombre no vive aislado de los demás.

 Pero el carácter debe llevar a la persona educada a respetar a todos, a no aprovecharse de los demás, a respetarlos, aunque el miembro de la sociedad sea un anciano. En la Gran Tenochtitlan era tal la importancia de los ancianos, que estos conformaban el gran consejo al que no pocas veces recurría el gran Tlatoani. En la actualidad nadie respeta a los ancianos, pues esta costumbre de considerar a los ancianos seres inservibles fue heredada por los gachupines, (al llamarlos gachupines lo hago con el afán de distinguirlos de los madrileños, pues españoles no son los sevillanos, como tampoco lo son los de Galicia y otros conquistados por la fuerza por los reyes católicos). 

 Eduquemos a los niños, eduquemos al joven, eduquemos a las niñas y jovencitas, pues sin educación el México actual va hacia un despeñadero social y provocará la aparición de más niños que apliquen el hoy llamado bullying en sus comunidades. Si alguno de los lectores se interesa por alguna conferencia sobre educación y carácter, hágamelo saber a través de El Afirmativo, pues ahora a mi edad y con amargas experiencias me es fácil el tratar de ayudar a mis semejantes. 


 Prof. Virgilio Raso

No sólo es justo, sino necesario


 Comenzaremos por hablar de uno de los hitos en este tema: Marx, en su manifiesto comunista mencionó que los lazos sociales cambian dependiendo de las condiciones económicas. En mi artículo anterior hice un análisis del "spot" de Ricardo Anaya sobre "LO NECESARIO QUE ES AUMENTAR EL SALARIO". En esta ocasión el objetivo es dejar en claro el mensaje que aquel artículo tenía. 

Los lazos sociales dependen de las condiciones sociales y pondré un ejemplo: “El Molinito” y “Nvo. Sta Fé”, que es el lugar que conocemos con mayor flujo de capital, tienen lazos sociales diferentes, aunque en un solo punto convergen, explico: En ambas ciudades se tienen condiciones económicas diferentes y por lo tanto sus lazos sociales son distintos, hablo de lazos adaptativos sociales, que “caben”, por decirlo así, en todos lados a nivel nacional (no mundial porque las costumbres son distintas), es decir que donde sea que se encuentren pueden tener éxito en las interacciones sociales. En Santa fe, si bien no es un ambiente de amistad y concordia, al menos se tiene un ambiente donde se percibe tranquilidad en comparación con la del Molinito, donde sus calles, su ambiente y su gente se percibe hostil, ¡y cómo no!, si el Molinito es famoso por ser el barrio donde asesinos, rateros, narcotraficantes y demás delincuentes se esconden. Un vecino cierta vez me mencionó que "ni la policía se mete o si ven a un wacho (soldado) se tiene que quitar su uniforme si no quieren que les hagan daño". ¿Qué es lo que les importa a los habitantes del Molinito? Dos cosas: A) Dinero y B) retar a la autoridad. Pierre Bordieu, sociólogo francés, dice que no sólo existe el capital económico sino también el cultural. Este Capital Cultural (CC) se refiere a los conocimientos que yo tengo, a los conocimientos que mi familia tiene y estos me inducen a ser lo que soy: un licenciado, delincuente, vago, etc...; también son los conocimientos de la sociedad que me rodea; es el capital cultural de la sociedad con la que interactuamos, en este caso la aportación cultural que la cultura y las familias del Molinito tienen, la cual es la responsable de la manera de pensar y sentir en los sujetos. Escojo a Bordieu porque él responde a la pregunta ¿cómo afecta la sociedad al sujeto? Y es esa línea de pensamiento la que ORDENA el acto de delinquir, porque se tiene que satisfacer a la misma para pertenecer a ella. En el siguiente análisis vemos que: 

A) DINERO: Esta parte es muy importante ya que la conducta parece ser un ente económico-biopsicosocial. Es importante obtener dinero, sin embargo, si éste es insuficiente, se necesita sustraerlo de cualquier manera, y una de ellas es robando. Hannah Arendt, en los juicios de Nüremberg 1945, dijo: “la maldad es un trabajo” y se necesita trabajar, de allí parten los delincuentes para limpiar sus conciencias y dicen: ¡ps,hay que comer!, ¡en mi casa tenemos que tragar!, por mencionar, aceptando la imposición cultural. Si vemos el factor económico es el causante de ciertas tendencias a la delincuencia y es además alentada por el capital cultural de las colonias; ahora bien, esta misma lucha la tienen los hombres de altos negocios aunque la forma de apropiarse del dinero de este otro es “refinada”, en eso nos parecemos todos, en lo competitivo.  Psic. 

 B) AUTORIDAD: Los habitantes de colonias pobres culpan de sus desgracias al gobierno y se vuelven en contra de ellos. Los hombres de negocios saben que los culpables de las desgracias son ellos mismos, sin embargo estos al ver que las condiciones para comerciar no son idóneas, presionan al gobierno y ésta es su solución. De hecho la usan actualmente los narcotraficantes y recientemente la CETEG y grupos de “lucha campesina o proletariada”, por ello la policía no se ha visto involucrada en la detención de descarados delincuentes; estos ya aprendieron a presionar al gobierno. 

Para que la delincuencia disminuya es necesario que el poder adquisitivo de todos los mexicanos aumente, esto generaría el consumismo que México necesita. Citaré a Leo Zuckermann (Exelsior): "México es como un avión con dos motores, uno interno y otro externo, el externo está funcionando, pero el interno le falta” y ésta es la manera en que ese motor interno funcionará, no hay de otra; y si esto se logra es necesario QUE EL GOBIERNO TENGA CONTROL DE ESTE MERCADO INTERNO (no monopolizar). Además se evitará de esta manera la inflación injusta y desmedida por los caprichos y ambición económica de los comerciantes; los lazos afectivos sociales serán de más tranquilidad, de menos temor, menos odio y por ende se padecerá de menos enfermedades psicosomáticas, ejemplo: depresión, ansiedad, ira y falta de alegría. Por ello la conducta es un ente económico -biopsicosocial y la economía forma parte de la salud psicológica 

 ¡RICARDO, EL AUMENTO A LOS SALARIOS Y LA BAJA DE IMPUESTOS PUEDE MEJORAR LA CALIDAD DE VIDA DE LOS MEXICANOS! 

 Psicológica y físicamente, un buen salario no sólo es justo, sino necesario.

Jonathan Carbajal Vega

martes, 17 de marzo de 2015

La lluvia de fuego - Leopoldo Lugones



Recuerdo que era un día de sol hermoso, lleno del hormigueo popular, en las calles atronadas de vehículos. Un día asaz cálido y de tersura perfecta.
Desde mi terraza dominaba una vasta confusión de techos, vergeles salteados, un trozo de bahía punzado de mástiles, la recta gris de una avenida...
A eso de las once cayeron las primeras chispas. Una aquí, otra allá -partículas de cobre semejantes a las morcellas de un pábilo; partículas de cobre incandescente que daban en el suelo con un ruidecito de arena. El cielo seguía de igual limpidez; el rumor urbano no decrecía. Únicamente los pájaros de mi pajarera cesaron de cantar.
Casualmente lo había advertido, mirando hacia el horizonte en un momento de abstracción. Primero creí en una ilusión óptica formada por mi miopía. Tuve que esperar largo rato para ver caer otra chispa, pues la luz solar anegábalas bastante; pero el cobre ardía de tal modo, que se destacaban lo mismo. Una rapidísima vírgula de fuego, y el golpecito en la tierra. Así, a largos intervalos.
Debo confesar que al comprobarlo, experimenté un vago terror. Exploré el cielo en una ansiosa ojeada. Persistía la limpidez. ¿De dónde venía aquel extraño granizo? ¿Aquel cobre? ¿Era cobre?...
Acababa de caer una chispa en mi terraza, a pocos pasos. Extendí la mano; era, a no caber duda, un gránulo de cobre que tardó mucho en enfriarse. Por fortuna la brisa se levantaba, inclinando aquella lluvia singular hacia el lado opuesto de mi terraza. Las chispas eran harto ralas, además. Podía creerse por momentos que aquello había ya cesado. No cesaba. Uno que otro, eso sí, pero caían siempre los temibles gránulos.
En fin, aquello no había de impedirme almorzar, pues era el mediodía. Bajé al comedor atravesando el jardín, no sin cierto miedo de las chispas. Verdad es que el toldo, corrido para evitar el sol, me resguardaba...
¿Me resguardaba? Alcé los ojos; pero un toldo tiene tantos poros, que nada pude descubrir.
En el comedor me esperaba un almuerzo admirable; pues mi afortunado celibato sabía dos cosas sobre todo: leer y comer. Excepto la biblioteca, el comedor era mi orgullo. Ahíto de mujeres y un poco gotoso, en punto a vicios amables nada podía esperar ya sino de la gula. Comía solo, mientras un esclavo me leía narraciones geográficas. Nunca había podido comprender las comidas en compañía; y si las mujeres me hastiaban, como he dicho, ya comprenderéis que aborrecía a los hombres.
¡Diez años me separaban de mi última orgía! Desde entonces, entregado a mis jardines, a mis peces, a mis pájaros, faltábame tiempo para salir. Alguna vez, en las tardes muy calurosas, un paseo a la orilla del lago. Me gustaba verlo, escamado de luna al anochecer, pero esto era todo y pasaba meses sin frecuentarlo.
La vasta ciudad libertina era para mí un desierto donde se refugiaban mis placeres. Escasos amigos; breves visitas; largas horas de mesa; lecturas; mis peces; mis pájaros; una que otra noche tal cual orquesta de flautistas, y dos o tres ataques de gota por año...
Tenía el honor de ser consultado para los banquetes, y por ahí figuraban, no sin elogio, dos o tres salsas de mi invención. Esto me daba derecho -lo digo sin orgullo- a un busto municipal, con tanta razón como a la compatriota que acababa de inventar un nuevo beso.
Entre tanto, mi esclavo leía. Leía narraciones de mar y de nieve, que comentaban admirablemente, en la ya entrada siesta, el generoso frescor de las ánforas. La lluvia de fuego había cesado quizá, pues la servidumbre no daba muestras de notarla.
De pronto, el esclavo que atravesaba el jardín con un nuevo plato, no pudo reprimir un grito. Llegó, no obstante, a la mesa; pero acusando con su lividez un dolor horrible. Tenía en su desnuda espalda un agujerillo, en cuyo fondo sentíase chirriar aún la chispa voraz que lo había abierto. Ahogámosla en aceite, y fue enviado al lecho sin que pudiera contener sus ayes.
Bruscamente acabó mi apetito; y aunque seguí probando los platos para no desmoralizar a la servidumbre, aquélla se apresuró a comprenderme. El incidente me había desconcertado.
Promediaba la siesta cuando subí nuevamente a la terraza. El suelo estaba ya sembrado de gránulos de cobre; mas no parecía que la lluvia aumentara. Comenzaba a tranquilizarme, cuando una nueva inquietud me sobrecogió. El silencio era absoluto. El tráfico estaba paralizado a causa del fenómeno, sin duda. Ni un rumor en la ciudad. Sólo, de cuando en cuando, un vago murmullo de viento sobre los árboles. Era también alarmante la actitud de los pájaros. Habíanse apelotonado en un rincón, casi unos sobre otros. Me dieron compasión y decidí abrirles la puerta. No quisieron salir; antes se recogieron más acongojados aún. Entonces comenzó a intimidarme la idea de un cataclismo.
Sin ser grande mi erudición científica, sabía que nadie mencionó jamás esas lluvias de cobre incandescente. ¡Lluvias de cobre! En el aire no hay minas de cobre. Luego aquella limpidez del cielo no dejaba conjeturar la procedencia. Y lo alarmante del fenómeno era esto. Las chispas venían de todas partes y de ninguna. Era la inmensidad desmenuzándose invisiblemente en fuego. Caía del firmamento el terrible cobre -pero el firmamento permanecía impasible en su azul. Ganábame poco a poco una extraña congoja; pero, cosa rara: hasta entonces no había pensado en huir. Esta idea se mezcló con desagradables interrogaciones. ¡Huir! ¿Y mi mesa, mis libros, mis pájaros, mis peces que acababa precisamente de estrenar un vivero, mis jardines ya ennoblecidos de antigüedad, mis cincuenta años de placidez, en la dicha del presente, en el descuido del mañana?...
¿Huir?... Y pensé con horror en mis posesiones (que no conocía) del otro lado del desierto, con sus camelleros viviendo en tiendas de lana negra y tomando por todo alimento leche cuajada, trigo tostado, miel agria...
Quedaba una fuga por el lago, corta fuga después de todo, si en el lago como en el desierto, según era lógico, llovía cobre también; pues no viniendo aquello de ningún foco visible, debía ser general.
No obstante el vago terror que me alarmaba, decíame todo eso claramente, lo discutía conmigo mismo, un poco enervado a la verdad por el letargo digestivo de mi siesta consuetudinaria. Y después de todo, algo me decía que el fenómeno no iba a pasar de allí. Sin embargo, nada se perdía con hacer armar el carro.
En ese momento llenó el aire una vasta vibración de campanas. Y casi junto con ella, advertí una cosa: ya no llovía cobre. El repique era una acción de gracias, coreada casi acto continuo por el murmullo habitual de la ciudad. Ésta despertaba de su fugaz atonía, doblemente gárrula. En algunos barrios hasta quemaban petardos.
Acodado al parapeto de la terraza, miraba con un desconocido bienestar solidario la animación vespertina que era todo amor y lujo. El cielo seguía purísimo. Muchachos afanosos recogían en escudillas la granalla de cobre, que los caldereros habían empezado a comprar. Era todo cuanto quedaba de la grande amenaza celeste.
Más numerosa que nunca, la gente de placer coloría las calles; y aun recuerdo que sonreí vagamente a un equívoco mancebo, cuya túnica recogida hasta las caderas en un salto de bocacalle, dejó ver sus piernas glabras, jaqueladas de cintas. Las cortesanas, con el seno desnudo según la nueva moda, y apuntalado en deslumbrante coselete, paseaban su indolencia sudando perfumes. Un viejo lenón erguido en su carro manejaba como si fuese una vela una hoja de estaño, que con apropiadas pinturas anunciaba amores monstruosos de fieras: ayuntamientos de lagartos con cisnes; un mono y una foca; una doncella cubierta por la delirante pedrería de un pavo real. Bello cartel, a fe mía; y garantida la autenticidad de las piezas. Animales amaestrados por no sé qué hechicería bárbara, y desequilibrados con opio y con asafétida.
Seguido por tres jóvenes enmascarados pasó un negro amabilísimo, que dibujaba en los patios, con polvos de colores derramados al ritmo de una danza, escenas secretas. También depilaba al oropimente y sabía dorar las uñas.
Un personaje fofo, cuya condición de eunuco se adivinaba en su morbidez, pregonaba al son de crótalos de bronces, cobertores de un tejido singular que producía el insomnio y el deseo. Cobertores cuya abolición habían pedido los ciudadanos honrados. Pues mi ciudad sabía gozar, sabía vivir. Al anochecer recibí dos visitas que cenaron conmigo. Un condiscípulo jovial, matemático cuya vida desarreglada era el escándalo de la ciencia, y un agricultor enriquecido. La gente sentía necesidad de visitarse después de aquellas chispas de cobre. De visitarse y de beber, pues ambos se retiraron completamente borrachos. Yo hice una rápida salida. La ciudad, caprichosamente iluminada, había aprovechado la coyuntura para decretarse una noche de fiesta. En algunas cornisas, alumbraban perfumando, lámparas de incienso. Desde sus balcones, las jóvenes burguesas, excesivamente ataviadas, se divertían en proyectar de un soplo a las narices de los transeúntes distraídos, tripas pintarrajeadas y crepitantes de cascabeles. En cada esquina se bailaba. De balcón a balcón cambiábanse flores y gatitos de dulce. El césped de los parques palpitaba de parejas.
Regresé temprano y rendido. Nunca me acogí al lecho con más grata pesadez de sueño.
Desperté bañado en sudor, los ojos turbios, la garganta reseca. Había afuera un rumor de lluvia. Buscando algo, me apoyé en la pared, y por mi cuerpo corrió como un latigazo el escalofrío del miedo. La pared estaba caliente y conmovida por una sorda vibración. Casi no necesité abrir la ventana para darme cuenta de lo que ocurría.
La lluvia de cobre había vuelto, pero esta vez nutrida y compacta. Un caliginoso vaho sofocaba la ciudad; un olor entre fosfatado y urinoso apestaba el aire. Por fortuna, mi casa estaba rodeada de galerías y aquella lluvia no alcanzaba las puertas.
Abrí la que daba al jardín. Los árboles estaban negros, ya sin follaje; el piso, cubierto de hojas carbonizadas. El aire, rayado de vírgulas de fuego, era de una paralización mortal; y por entre aquéllas se divisaba el firmamento, siempre impasible, siempre celeste.
Llamé, llamé en vano. Penetré hasta los aposentos famularios. La servidumbre se había ido. Envueltas las piernas en un cobertor de viso, acorazándome espaldas y cabeza con una bañera de metal que me aplastaba horriblemente, pude llegar hasta las caballerizas. Los caballos habían desaparecido también. Y con una tranquilidad que hacía honor a mis nervios, me di cuenta de que estaba perdido.
Afortunadamente, el comedor se encontraba lleno de provisiones; su sótano, atestado de vinos. Bajé a él. Conservaba todavía su frescura; hasta su fondo no llegaba la vibración de la pesada lluvia, el eco de su grave crepitación. Bebí una botella, y luego extraje de la alacena secreta el pomo de vino envenenado. Todos los que teníamos bodega poseíamos uno, aunque no lo usáramos ni tuviéramos convidados cargosos. Era un licor claro e insípido, de efectos instantáneos.
Reanimado por el vino, examiné mi situación. Era asaz sencilla. No pudiendo huir, la muerte me esperaba; pero con el veneno aquél, la muerte me pertenecía. Y decidí ver eso todo lo posible, pues era, a no dudarlo, un espectáculo singular. ¡Una lluvia de cobre incandescente! ¡La ciudad en llamas! Valía la pena.
Subí a la terraza, pero no pude pasar de la puerta que daba acceso a ella. Veía desde allá lo bastante, sin embargo. Veía y escuchaba. La soledad era absoluta. La crepitación no se interrumpía sino por uno que otro ululato de perro, o explosión anormal. El ambiente estaba rojo; y a su través, troncos, chimeneas, casas, blanqueaban con una lividez tristísima. Los pocos árboles que conservaban follaje retorcíanse, negros, de un negro de estaño. La luz había decrecido un poco, no obstante de persistir la limpidez celeste. El horizonte estaba, esto sí, mucho más cerca, y como ahogado en ceniza. Sobre el lago flotaba un denso vapor, que algo corregía la extraordinaria sequedad del aire.
Percibíase claramente la combustible lluvia, en trazos de cobre que vibraban como el cordaje innumerable de un arpa, y de cuando en cuando mezclábanse con ella ligeras flámulas. Humaredas negras anunciaban incendios aquí y allá.
Mis pájaros comenzaban a morir de sed y hube de bajar hasta el aljibe para llevarles agua. El sótano comunicaba con aquel depósito, vasta cisterna que podía resistir mucho al fuego celeste; mas por los conductos que del techo y de los patios desembocaban allá, habíase deslizado algún cobre y el agua tenía un gusto particular, entre natrón y orina, con tendencia a salarse. Bastóme levantar las trampillas de mosaico que cerraban aquellas vías, para cortar a mi agua toda comunicación con el exterior.
Esa tarde y toda la noche fue horrendo el espectáculo de la ciudad. Quemada en sus domicilios, la gente huía despavorida, para arderse en las calles en la campiña desolada; y la población agonizó bárbaramente, con ayes y clamores de una amplitud, de un horror, de una variedad estupendos. Nada hay tan sublime como la voz humana. El derrumbe de los edificios, la combustión de tantas mercancías y efectos diversos, y más que todo, la quemazón de tantos cuerpos, acabaron por agregar al cataclismo el tormento de su hedor infernal. Al declinar el sol, el aire estaba casi negro de humo y de polvaredas. Las flámulas que danzaban por la mañana entre el cobre pluvial, eran ahora llamaradas siniestras. Empezó a soplar un viento ardentísimo, denso, como alquitrán caliente. Parecía que se estuviese en un inmenso horno sombrío. Cielo, tierra, aire, todo acababa. No había más que tinieblas y fuego. ¡Ah, el horror de aquellas tinieblas que todo el fuego, el enorme fuego de la ciudad ardida no alcanzaba a dominar; y aquella fetidez de pingajos, de azufre, de grasa cadavérica en el aire seco que hacía escupir sangre; y aquellos clamores que no sé cómo no acababan nunca, aquellos clamores que cubrían el rumor del incendio, más vasto que un huracán, aquellos clamores en que aullaban, gemían, bramaban todas las bestias con un inefable pavor de eternidad!...
Bajé a la cisterna, sin haber perdido hasta entonces mi presencia de ánimo, pero enteramente erizado con todo aquel horror; y al verme de pronto en esa obscuridad amiga, al amparo de la frescura, ante el silencio del agua subterránea, me acometió de pronto un miedo que no sentía -estoy seguro- desde cuarenta años atrás, el miedo infantil de una presencia enemiga y difusa; y me eché a llorar, a llorar como un loco, a llorar de miedo, allá en un rincón, sin rubor alguno.
No fue sino muy tarde, cuando al escuchar el derrumbe de un techo, se me ocurrió apuntalar la puerta del sótano. Hícelo así con su propia escalera y algunos barrotes de la estantería, devolviéndome aquella defensa alguna tranquilidad; no porque hubiera de salvarme, sino por la benéfica influencia de la acción. Cayendo a cada instante en modorras que entrecortaban funestas pesadillas, pasé las horas. Continuamente oía derrumbes allá cerca. Había encendido dos lámparas que traje conmigo, para darme valor, pues la cisterna era asaz lóbrega. Hasta llegué a comer, bien que sin apetito, los restos de un pastel. En cambio bebí mucha agua.
De repente mis lámparas empezaron a amortiguarse, y junto con eso el terror, el terror paralizante esta vez, me asaltó. Había gastado, sin prevenirlo, toda mi luz, pues no tenía sino aquellas lámparas. No advertí, al descender esa tarde, traerlas todas conmigo.
Las luces decrecieron y se apagaron. Entonces advertí que la cisterna empezaba a llenarse con el hedor del incendio. No quedaba otro remedio que salir; y luego, todo, todo era preferible a morir asfixiado como una alimaña en su cueva.
A duras penas conseguí alzar la tapa del sótano que los escombros del comedor cubrían...
...Por segunda vez había cesado la lluvia infernal. Pero la ciudad ya no existía. Techos, puertas, gran cantidad de muros, todas las torres yacían en ruinas. El silencio era colosal, un verdadero silencio de catástrofe. Cinco o seis grandes humaredas empinaban aún sus penachos; y bajo el cielo que no se había enturbiado ni un momento, un cielo cuya crudeza azul certificaba indiferencias eternas, la pobre ciudad, mi pobre ciudad, muerta, muerta para siempre, hedía como un verdadero cadáver.
La singularidad de la situación, lo enorme del fenómeno, y sin duda también el regocijo de haberme salvado, único entre todos, cohibían mi dolor reemplazándolo por una curiosidad sombría. El arco de mi zaguán había quedado en pie y asiéndome de las adarajas pude llegar hasta su ápice.
No quedaba un solo resto combustible y aquello se parecía mucho a un escorial volcánico. A trechos, en los parajes que la ceniza no cubría, brillaba con un bermejor de fuego, el metal llovido. Hacia el lado del desierto, resplandecía hasta perderse de vista un arenal de cobre. En las montañas, a la otra margen del lago, las aguas evaporadas de éste condensábanse en una tormenta. Eran ellas las que habían mantenido respirable el aire durante el cataclismo. El sol brillaba inmenso, y aquella soledad empezaba a agobiarme con una honda desolación cuando hacia el lado del puerto percibí un bulto que vagaba entre las ruinas. Era un hombre, y habíame percibido ciertamente, pues se dirigía a mí.
No hicimos ademán alguno de extrañeza cuando llegó, y trepando por el arco vino a sentarse conmigo. Tratábase de un piloto, salvado como yo en una bodega, pero apuñaleando a su propietario. Acababa de agotársele el agua y por ello salía.
Asegurado a este respecto, empecé a interrogarlo. Todos los barcos ardieron, los muelles, los depósitos; y el lago habíase vuelto amargo. Aunque advertí que hablábamos en voz baja, no me atreví -ignoro por qué- a levantar la mía.
Ofrecíle mi bodega, donde quedaban aún dos docenas de jamones, algunos quesos, todo el vino...
De repente notamos una polvareda hacia el lado del desierto. La polvareda de una carrera. Alguna partida que enviaban, quizá, en socorro, los compatriotas de Adama o de Seboim. Pronto hubimos de sustituir esta esperanza por un espectáculo tan desolador como peligroso.
Era un tropel de leones, las fieras sobrevivientes del desierto, que acudían a la ciudad como a un oasis, furiosos de sed, enloquecidos de cataclismo.
La sed y no el hambre los enfurecía, pues pasaron junto a nosotros sin advertirnos. ¡Y en qué estado venían! Nada como ellos revelaba tan lúgubremente la catástrofe.
Pelados como gatos sarnosos, reducida a escasos chicharrones la crin, secos los ijares, en una desproporción de cómicos a medio vestir con la fiera cabezota, el rabo agudo y crispado como el de una rata que huye, las garras pustulosas, chorreando sangre -todo aquello decía a las claras sus tres días de horror bajo el azote celeste, al azar de las inseguras cavernas que no habían conseguido ampararlos.
Rondaban los surtidores secos con un desvarío humano en sus ojos, y bruscamente reemprendían su carrera en busca de otro depósito, agotado también, hasta que sentándose por último en torno del postrero, con el calcinado hocico en alto, la mirada vagorosa de desolación y de eternidad, quejándose al cielo, estoy seguro, pusiéronse a rugir.
Ah... nada, ni el cataclismo con sus horrores, ni el clamor de la ciudad moribunda era tan horroroso como ese llanto de fiera sobre las ruinas. Aquellos rugidos tenían una evidencia de palabra. Lloraban quién sabe qué dolores de inconsciencia y de desierto a alguna divinidad obscura. El alma sucinta de la bestia agregaba a sus terrores de muerte, el pavor de lo incomprensible. Si todo estaba lo mismo, el sol cotidiano, el cielo eterno, el desierto familiar, ¿por qué se ardían y por qué no había agua?... Y careciendo de toda idea de relación con los fenómenos, su horror era ciego, es decir, más espantoso. El transporte de su dolor elevábalos a cierta vaga noción de provenencia, ante aquel cielo de donde había estado cayendo la lluvia infernal; y sus rugidos preguntaban ciertamente algo a la cosa tremenda que causaba su padecer. Ah... esos rugidos, lo único de grandioso que conservaban aún aquellas fieras disminuidas: cual comentaban el horrendo secreto de la catástrofe; cómo interpretaban en su dolor irremediable la eterna soledad, el eterno silencio, la eterna sed...
Aquello no debía durar mucho. El metal candente empezó a llover de nuevo, más compacto, más pesado que nunca.
En nuestro súbito descenso, alcanzamos a ver que las fieras se desbandaban buscando abrigo bajo los escombros.
Llegamos a la bodega, no sin que nos alcanzaran algunas chispas; y comprendiendo que aquel nuevo chaparrón iba a consumar la ruina, me dispuse a concluir.
Mientras mi compañero abusaba de la bodega -por primera y última vez, a buen seguro- decidí aprovechar el agua de la cisterna en mi baño fúnebre; y después de buscar inútilmente un trozo de jabón, descendí a ella por la escalinata que servía para efectuar su limpieza.
Llevaba conmigo el pomo de veneno, que me causaba un gran bienestar apenas turbado por la curiosidad de la muerte.
El agua fresca y la obscuridad, me devolvieron a las voluptuosidades de mi existencia de rico que acababa de concluir. Hundido hasta el cuello, el regocijo de la limpieza y una dulce impresión de domesticidad, acabaron de serenarme.
Oía afuera el huracán de fuego. Comenzaban otra vez a caer escombros. De la bodega no llegaba un solo rumor. Percibí en eso un reflejo de llamas que entraban por la puerta del sótano, el característico tufo urinoso... Llevé el pomo a mis labios, y...
Leopoldo Lugones, "Las fuerzas extrañas"


























































domingo, 15 de marzo de 2015

Número 498

En este número de El Afirmativo nos dimos a la tarea de escribir unas breves reflexiones sobre la democracia, aprovechando la situación previa a las elecciones que se suscitarán en gran parte del país. Si bien las reflexiones difieren en cuanto a su propósito, El Afirmativo no se hace responsable de cuanto la opiniones en él vertidas afirman o especulan, ni por la susceptibilidad del lector. Por lo demás, exhortamos a los lectores a mantener su propio criterio que es, al final de cuentas, el criterio más confiable, al menos para iniciar cualquier reflexión.





sábado, 14 de marzo de 2015

¿Democracia?




Democracia: una imposibilidad para el individuo

Parece ser que el problema de pensar en la democracia como una forma de gobierno ostensible e irrefutable, entraña un problema al que antaño se enfrentaba la metafísica clásica: ¿Cuál es la relación entre lo particular y lo universal? ¿Cómo participa la cosa singular con la totalidad del cosmos? Del mismo modo, nosotros preguntamos: ¿cuál es la relación del individuo con el pueblo? ¿La hay, o es meramente una apariencia que guarda en sus adentros otra complicación más profunda?

Una crítica profunda de la democracia debería contener una crítica al individuo, que no al pueblo, a pesar de que pueda decirse que, por concepto, la democracia sólo cabe en el conjunto y en la pluralidad. Pero como la pluralidad es un conjunto de singularidades, es más que pertinente aseverar que si la democracia es y ha sido una ilusión devenida en una suerte de ídolo redentor que ha fracasado, se debe al complejo modo de ser del individuo que la constituye en su estrato más simple.

Llamemos a este individuo a la antigua: el zoon politikon. De cierto tenemos que el hombre, el humano, a distinción de los demás animales, es un animal esencialmente político, es decir, que se junta para sobrevivir y vivir, sobre todo para vivir bien, para ser feliz.

Todos queremos vivir bien, todos buscamos la felicidad; y no faltará aquel diga que ya es feliz o que trata de ser feliz a su propio modo, de una manera tan particular que la felicidad es cuestión de intimidad y no de política. No obstante, el hombre está, por decirlo así, condenado a vivir en compañía por “naturaleza”. Y si la felicidad estriba en la intimidad y en la singularidad, la relación del individuo con la sociedad no es más que un compromiso prescindible. Pero la felicidad íntima, por más que se le busque, a no ser que se trate de aquella felicidad edificante construida por el sentimiento religioso, depende en todo sentido de la relación del uno con los otros, de una relación de intimidades. Así, la felicidad es un ejercicio político, pero que nace de la individualidad.

El hombre, pues, parece estar sumido a priori en un atolladero, en una de sus tantas contradicciones subjetivas: es un individuo pero también es parte de un conjunto de más individualidades. Buscar la felicidad a costa de los demás resulta más práctico, pero, como es evidente en nuestra experiencia, el asunto tiende a generar conflictos. Suele ser que la felicidad de uno es la enemistad con el otro. Y es que el hecho es que cada cabeza es un mundo, según se dice. Cada quien tiene una idea de lo que es la felicidad y la defiende, y ante eso sólo prevalece el respeto a la ideología ajena. Sin embargo, el respeto al libre pensamiento no es otra cosa más que vil y llana demagogia, síntoma de una enfermedad enraizada en el desarrollo intestino de la sociedad moderna. Que sea cierto aquel amuleto retórico de que cada cabeza es un mundo, no exime una afirmación aun más poderosa: que todas las cabezas están en un solo mundo y que ese mundo es también prioritario.

La democracia ha pretendido solucionar este problema a través de ciertos principios conciliadores: que todos somos iguales y que, en dicha igualdad, se deben perseguir los mismos objetivos, o al menos los objetivos que representen las preocupaciones mayoritarias del pueblo. Pero esta conciliación, tal como la vemos en nuestros días (y aun en los días antiguos del apogeo de la democracia), no está concentrada de ningún modo en la búsqueda de la felicidad individual, sino que, por el contrario, aterriza sus intenciones en un terreno ya labrado por la producción económica y los menesteres políticos que suponen la felicidad como un estado de cosas determinado por los bienes materiales. Así, la historia de la democracia es en sí misma la historia del fracaso humanístico. Por un lado, ofrece bienestar social y político, en otras palabras se compromete con el pueblo, con la pluralidad; pero por el otro, excluye al individuo. En estos niveles, el fracaso se muestra evidente: ¿cómo se puede tener un pueblo feliz, si los hombres en particular son infelices? Y por el contrario, ¿cómo uno puede ser feliz, si el pueblo en general es infeliz? Y aún más: ¿cómo se puede vivir bien con una propuesta que acaba de tajo con la pregunta por la felicidad?

Como se ve, la democracia es incluyente en términos efectivos en lo que concierne a la política demagógica y económica, pero es excluyente en cuanto del ser íntimo del hombre se trata. En otros términos, el hombre se objetiva en la pluralidad que se ha llamado “pueblo”, perdiendo, sin querer, su individualidad en niveles políticos. Y es que el hombre parece o está de hecho condenado a ser un animal esencialmente político, pero especialmente ensimismado, absorto en sus propias dolencias existenciales y morales de las que no participa nadie más. El problema cabe en una pregunta: ¿hay tal cosa como aquello que llamamos pueblo? ¿O es que el pueblo es nada más un conglomerado de sectarios que conforman un lugar geográfico?

El gran problema de la democracia no es sencillamente la insuficiencia de los gobernantes para llevarla a cabo; y la arenga: “el pueblo unido jamás será vencido”, es más bien una plegaria, una plegaria que antepone el repudio por un gobierno opresor a los valores morales de los individuos. Y es que el pueblo no quiere ser llamado pueblo; el individuo es orgulloso y el deseo de gloria una necesidad que no puede ser contenida por sentimientos infundados de unidad y fraternidad. Para pensar la democracia se necesita pensar en el individuo, en sus deseos íntimos y en su modo de ser, pues es la fuerza incontenible de su fuero interno lo que de hecho lo constituye en su aspecto más profundo y verdadero. El pueblo sigue siendo una abstracción, pese a que pretenda dársele una identidad común que lo despierte como una unidad. No obstante, el hombre es un animal sentimental antes que racional. Así, el reivindicador de la democracia y las legiones intelectuales se enfrentan a una tarea quizás imposible: despojar al hombre de sí mismo, sacarlo de su intimidad sentimental y darlo a una política extraña que junta indiscriminadamente lo que parece que no puede estar junto (la intimidad y la política). Y lo cierto es que la única solución es hacer del hombre una “máquina liberal de pensar”. ¡Pero Dios nos libre de ser simples y vacuas máquinas!

Un perro del espacio