Oscar Manuel Quiroz Reyes nació en algún hospital del Seguro Social del Estado de México el día del ejército en las vísperas del quinceavo mundial de futbol. Es escritor de cuentos inéditos, filósofo de regadera, fumador, actor, catador de mezcales y de tequilas baratos, ajedrecista, apostador, entrenador pokémon y amigo de sus amigos.
Hijo de Teresa Reyes y Jesús Quiroz, se dedicó desde siempre, como ellos pensaban, al arte de la contemplación, aunque ellos le pensaron otro adjetivo más despectivo. A edad temprana sus maestras del kinder y de la primaria pensaron que tenía dotes en las artes de la adivinación y la profanación; y él mismo, ya cuando cumplió diez años, evidenció sus intensiones en el ámbito de la profanación religiosa, misma que no llegó muy lejos, pues, a sus quince años, llevó el Amén muy al alcance de su lengua.
Cumplidos los nueve años de edad, Oscar era ya muy diestro en Mario Kart, tanto así que participó, eligiendo a Yoshi, en un concurso realizado por los vecinos de El pedregal de Atizapán, del cual resultó vencedor durante mucho tiempo hasta que fue despojado de la corona por su propio tío, Francisco Quiroz.
A los doce años incursionó en el teatro como comediante involuntario, participando en la pastorela anual que la escuela Margarita Lecomte organizaba. Con el papel de “el diablito tentador de pastorcillos”, olvidó su diálogo con el micrófono en los labios, diciendo las siguientes palabras: “¡ay!, ya se me olvidó”; mismas que darían origen a la corriente dramática, aún sin uso, conocida posteriormente (por el escaso auditorio) como comedia religiosa.
Nada relevante le aconteció entre ese año y el año en que, cumplidos sus catorce, ganó un torneo de ajedrez con los más altos honores al proclamarse vencedor indiscutible y unánime por default, al no presentarse ningún otro contrincante.
Su más grande logro futbolístico se dio por allá del 2007 y el 2009, cuando el Atlante fue campeón del futbol mexicano (ganando apuestas a diestra y siniestra) y cuando él mismo anotó un gol de “taconcito” directo al arco en el partido de debut de su equipo “Costa de Marfil” en la liga del Planet Gol de La Curva. No obstante, su fama se vería truncada cuando, en la final del mismo torneo, y a pesar de sus esfuerzos, su equipo fue aplastado en un encuentro muy parejo y disputado por su semejante de Sudáfrica con marcador de 7 a 1. Como entrenador pokémon no tuvo mejor suerte.
Después de eso, y con la derrota marcada en su piel como la condena de Caín, en el mismo año, encontró la piedra angular de su vida, descubriendo los diálogos de Platón de la editorial Tomo en el escueto librero de su madre. Ese acontecimiento lo llevó a practicar la filosofía académica, cumpliendo lo que sus maestras de primeros estudios habían vaticinado.
Actualmente es estudiante de filosofía en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán. Trabaja en una tesis que no tiene pies ni cabeza, pero que pretende ser fervorosamente aristotélica, casi apologética del vitalismo del que aún se ve renuente a practicar. En 2015 se integró al equipo del periódico de más tradición en Nicolás Romero, El Afirmativo, donde con mucho entusiasmo colabora hasta el día de hoy, comprometido consigo mismo, con la verdad, la honestidad y, sobre todas las cosas, con sus compañeros, con su pueblo y con sus amigos.
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